El reciente dictamen aprobado por la Cámara de Diputados para prohibir la comercialización, distribución y venta de vapeadores en México ha generado una fuerte controversia. Si bien la medida busca proteger la salud pública, muchos expertos advierten que podría tener efectos contraproducentes en diversos ámbitos.
Aunque los vapeadores no están exentos de riesgos, diversas investigaciones indican que son menos dañinos que los cigarrillos tradicionales. Al prohibir su venta, los consumidores podrían regresar al tabaquismo convencional, que es responsable de aproximadamente 63,000 muertes al año en México. ¿Estamos realmente protegiendo a la población o empujándola hacia una alternativa más peligrosa?
Una de las principales preocupaciones es el auge del mercado negro. Como ha sucedido con otras prohibiciones, los productos no desaparecerán, sino que se venderán de manera clandestina, sin controles de calidad ni regulaciones sanitarias. Esto incrementará el riesgo de consumo de dispositivos defectuosos o con líquidos de origen dudoso.
La prohibición también afectará a cientos de pequeños negocios y emprendedores que han encontrado en la venta de cigarrillos electrónicos una fuente de ingresos. Según estimaciones de la Asociación Nacional de Vapeadores, más de 10,000 empleos podrían estar en riesgo, afectando principalmente a familias de clase media y baja.
En lugar de una prohibición total, muchos expertos sugieren que la mejor solución sería una regulación estricta. Esto permitiría:
Varios países, como el Reino Unido y Nueva Zelanda, han optado por este enfoque, logrando una disminución en el consumo de tabaco sin fomentar mercados ilegales.
La prohibición de vapeadores en México plantea más preguntas que respuestas. Si bien la intención de proteger la salud pública es legítima, las posibles consecuencias negativas en términos de salud, economía y seguridad deben ser cuidadosamente consideradas. Es momento de replantear la estrategia y optar por una regulación que realmente beneficie a la sociedad.
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